miércoles, 28 de enero de 2009

Apariencias cambiantes

Otro fanfic sobre WAR, continuacion del anterior sobre Shkar.
En esta ocasion tambien aparecen Kolgork (un Cazador de Brujas) y Ehvra (una Sacerdotisa Rúnica Enana) junto a los dos Leones Blancos: Shkar y Yaravel.

La 1ª parte: Leones de caza.


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T’Chaella no podía ocultar el orgullo que sentía guiando por primero vez a su propia partida de guerra. Puede que solo fuera una escuadra de cinco hombres, pero por algo se empezaba. Todos sus esfuerzos empezaban a dar su fruto.

Ordenó mentalmente a su disco que girara mientras continuaba el avance para poder ver de nuevo a sus compañeros. El demonio flotante, un regalo del señor del cambio, rotó sobre su eje obedeciendo la orden.

Tres de los hombres que le seguían eran antiguos compañeros de armas. Puede que incluso albergaran algún resentimiento hacia ella por haber sido escogida como líder, pero la única forma de arrebatarle el puesto seria en un juicio por combate, y ya los había derrotado a todos en multitud de ocasiones.
Gharkal y Muolkar, los gemelos. Un dúo letal de cambiantes que siempre luchaban en el corazón de cualquier batalla modificando su cuerpo con los dones del cuervo. No, ellos se conformaban con saborear la sangre del enemigo, les daba igual quien les guiara siempre que hubiera sangre de por medio. Aquel par de sádicos solo vivían para la siguiente batalla.
Durr’m, el enorme guerrero embutido en su armadura bendita podría darle mas problemas. Había combatido a su lado bajo las órdenes de su antiguo líder y sabía que era un soldado leal, pero también era una persona ambiciosa. Un sentimiento normal derivado de saberse tocado por El que Cambia las Cosas. No obstante, parecía haberlo aceptado y acataba sus órdenes sin rechistar. Incluso parecía sentirse mas importante ahora que era realmente el núcleo de la escuadra, no como antes que compartía ese puesto con otro elegido.
Por ultima estaba la nueva curandera, Ith’a’la, que venía a ocupar el puesto que su predecesor en el mando había considerado innecesario. - Estúpido ignorante - Pensó T’Chaella. – Eso de elegido se le había subido a la cabeza y se creía inmortal el muy tonto -. Sonrió pensando en que la estupidez de su predecesor al no incluir un curandero entre los miembros de su escuadra le había facilitado el camino, y en como la compañía de otra mujer en el equipo, especialmente una fanática del Señor del Cambio, le podría ayudar a afianzar su posición.

No pudo evitar que la sonrisa fuera a todas luces evidente y se encaró de nuevo hacia la senda que estaban siguiendo por los bosques del imperio centrando su atención en la tarea encomendada antes de que alguien hiciera alguna pregunta inoportuna.

Aquellos bosques estaban plagados de patrullas imperiales, pero en la mayoría de los casos su principal preocupación era mantener los caminos libres de los ataques de los trolls. Usaban sus soldados para proteger a los campesinos de los trolls. T’Chaella despreciaba a aquellos humanos. Es cierto que ambos pueblos pudieran ser humanos en algún comienzo, pero ellos habían triunfado donde los débiles del Sur habían fracasado. Los Bárbaros habían prevalecido, se habían fortalecido, mientras que los ciudadanos del Imperio eran cada vez más débiles, escondidos tras las murallas de sus ciudades, tras sus reglas de convivencia, toda su cacareada civilización no servia para nada más que ocultar su debilidad.

El asco que sentía hacia los habitantes de aquellas tierras había eliminado por completo la sensación de euforia que sintiera momentos antes contemplando los componentes de su escuadra. El grito de la elfa fue una alegre nota discordante.

Alguien pedía ayuda, una elfa al parecer.
Gharkal y Muolkar azuzaron a sus respectivas monturas, dos enormes caballos del caos tan parecidos como los dos gemelos, y con el mismo ansia de sangre, adelantándose a la posición de T’Chaella la cual aprovechó su disco volador para elevarse unos metros por encima de las copas de los árboles. La posición elevada y los gritos hicieron trivial localizar la posición de la mujer. Una carreta volcada a no demasiada distancia, sin el menor rastro de caballos.
La maga regresó a la altura del suelo donde le esperaban Ith’a’la y Durr’m.

- Creo que una pobre elfita desvalida va a recibir la visita de unos rescatadores inesperados – Comentó con una sonrisa torcida que recibió por respuesta una risilla de Ith’a’la y el eco de una risotada surgiendo del interior blindado de Durr’m.



Cuando llegaron al lugar del accidente los gemelos habían desmontado y miraban a la elfa desde una distancia prudencial, al fin y al cabo estaban en territorio enemigo. Esta se había dado prisa en parapetarse tras la escasa protección que podía darle la carreta, toda la prisa que podía teniendo en cuenta que parecía estar herida a tenor del rastro de sangre que había dejado tras de si. En cuanto percibió la llegada del resto de miembros de la hueste del Cuervo un escalofrío recorrió su cuerpo, miro a un lado y a otro, y ante la falta de opciones intentó en vano esconderse haciéndose un ovillo. Incluso desde ahí podía escuchar los gimoteos de la mujer.

Gharkal y Muolkar se habían acercado flanqueando su posición y cortando posibles vías de escape, pero esperaban impacientes la confirmación de T’Chaella antes de actuar.
La Magus tragó saliva, sabia lo que vendría ahora, ella misma había sido una mujer indefensa en su poblado hasta que el Señor del Cambio le había mostrado el camino. Si aquella elfa no era fuerte no se merecía su compasión, aunque algo se revolvía en su estomago, y los recuerdos de las muchas veces que había sido forzada en el pasado hacían que sintiera algo de empatía por aquella patética criatura.
- Disponed de ella – Anunció mientras apuntaba con su bastón al lugar donde se escondía – Puede que aprenda algo y todo, y seguro que agradece que no la dejemos en manos de sus primos.
Los gemelos sonrieron evidentemente satisfechos y de detrás de la carreta surgió un alarido de pánico cuando la elfa se dió cuenta de lo que iba a pasar a continuación.
T’Chaella no podía mostrar ningún signo de debilidad, debía afianzar su posición, y si para ello tenia que darles ciertos caprichos a sus soldados… no le temblaría la mano, no.

Gharkal modificó su mano convirtiéndola en algún tipo de apéndice tentacular que no dejaba ningún tipo de dudas de cuales eran sus intenciones. Su hermano parecía completamente de acuerdo con él a tenor del evidente bulto que había aparecido en sus calzones.
A su lado Ith’a’la desvió la mirada al suelo disimuladamente, cosa que satisfizo enormemente a la Magus. Su compañera parecía no tener experiencia real con los rigores de la guerra, seria mas fácil ganársela de lo que había supuesto inicialmente.
Hizo descender su disco hasta casi tocar el suelo y pasó un brazo por su hombro con intención de consolarla cuando el filo de un estoque despuntó a través de su pecho.
T’Chaella retrocedió confusa ante la explosión de sangre solo para ver como su compañera estallaba en llamas. Detrás de ella una figura ocultaba su rostro bajo un sombrero de copa alta a la luz de una antorcha. En su otra mano el estoque ensangrentado.
Se giró rápidamente para avisar a Durr’m el cual ya había desenvainado su mandoble cuando un enorme felino de pelaje níveo surgió de ninguna parte y derribó a su compañero. Un elfo de melena tan blanca como el animal saltó detrás de su compañero enarbolando un hacha a dos manos contra el elegido del dios Cuervo.
Apenas a unos metros los gemelos percibieron el sonido de la pelea y se giraron intentando comprender que ocurría. Muolkar se había parado para deshacerse de sus pantalones, pero Gharkal estaba justo al lado de la elfa con su apéndice tentacular listo para comenzar lo que quiera que el bárbaro del caos tuviera en mente.
T’Chaella les dió la orden de replegarse, o esa era su intención inicial. El grito se ahogó en medio de la frase cuando la elfa desgarró la garganta de Gharkal con sus manos desnudas. Esta se había incorporado, colocándose sobre el bárbaro agonizante como un felino haría sobre su presa herida. Olfateaba el aire como un mastín de presa, mostrándole unos colmillos excesivamente grandes. Sus manos, debajo de toda la sangre de Gharkal, eran dos grandes garras… las mismas que podía tener un León Blanco.



...

Kolgork apareció de entre las sombras súbitamente, sin hacer el menor ruido, como era su costumbre. El rostro enjuto y las cicatrices no hacían más que endurecer el efecto oscuro que el sombrero y la capa creaban en el inquisidor vestido de color sangre. Ehvra no pudo evitar dar un respingo ante la repentina presencia del humano pertrechado para el combate.
- Les he localizado. Van en dirección Este. Un grupo pequeño, cinco soldados. Una curandera e infantería pesada incluida. Podemos alcanzarlos antes del mediodía si nos damos un poco de prisa. – El informe fue seco, directo y breve, como siempre que hablaba, acompañado, eso si, de numerosos gestos de sus manos enguantadas.
La enana de pelo caoba y ropajes dorados asintió tras el informe, y miró de reojo donde estaban los elfos riendo a carcajada limpia. Una arruga apareció en su frente cuando frunció el ceño ante su actitud y se encaró hacia ellos. Kolgork no dió la mas mínima muestra de verse afectado, en lugar de eso buscó entre las piedras cercanas un lugar donde sentarse y se dispuso a encender su pipa.

- ¿Que te apuestas?
- No solo no creo que fuese a resultar, es que no te creo capaz.
- Yaravel… tsk tsk… me subestimas. Dime que te apuestas y yo te lo demostraré.
- Lo que si podían demostrar los señores elfos es un poco de educación – Interrumpió Ehvra – Maese Kolgork acaba de volver de su reconocimiento y estaba presentando su informe.
- Y precisamente de eso estamos hablando, mi pequeña amiga, de cómo tenderles una emboscada a esos seguidores del caos – Respondió Shkar con la mas afable de sus sonrisas.
- ¡Pago yo todas las rondas del próximo banquete! – Se apresuró a interrumpir Yaravel.
- ¡Hecho! – Respondió rápidamente a su compañero, y mucho mas tranquilo le preguntó a Ehvra – ¿Me ayudas a vestirme?
La enana enarcó una ceja ante la petición de Shkar.

Yaravel observó como Shkar se desprendía de su armadura y se soltaba el pelo sin entender realmente que ganaría con ello. La túnica nívea que llevaban bajo la armadura y el cabello suelto le daban ciertamente un aspecto mas informal, menos marcial, pero de ahí a que le fueran a confundir había un buen trecho.

- Todas las rondas del banquete. – Confirmó Shkar a su compañero mientras le entregaba sus armas y armadura.
- Todas las rondas. – Corroboró Yaravel.

...



Media hora mas tarde la lucha había terminado. Los soldados de la Hueste del Cuervo yacían muertos en las proximidades de la carreta que les había llevado a caer en la emboscada. Todos salvo su líder, la Magus del Señor del Cambio. La cual estaba siendo interrogada de forma poco sutil por el cazador de brujas.
Sus compañeros le dejaban hacer sin molestarle. De hecho, preferirían desconocer los métodos utilizados por el inquisidor, motivo por el cual le habían dejado al lado de la carreta mientras que ellos se habían alejado, adentrándose un poco en la arboleda.

Allí los elfos comentaban animadamente el combate mientras Ehvra intentaba infructuosamente curar una de las heridas que había recibido Shkar. El hecho de que hubiera servido como cebo y que se arriesgara a hacerlo sin ninguna protección lo había pagado con un par de feas heridas producidas por los brazos cambiantes de los bárbaros del caos.
- Todavía no me puedo creer que te confundieran con una mujer, es increíble. – Shkar respondió a su compañero con una sonrisa, pero antes de que articulara alguna otra respuesta fue Ehvra la que habló.
- Lo que no me puedo creer es que no os toméis nada en serio. ¡Elfos! – Y con un resoplido obligo al elfo a levantar el brazo para tener mejor perspectiva de la herida. – Suerte tienes de que no te haya partido a la mitad ese golpe. Nunca se debe ir a la batalla sin armadura.
- La suerte no ha tenido nada que ver mi bella y pequeña curandera.
- En realidad así tiene una excusa para mostrarte su torso desnudo. – Los elfos se rieron y la cara regordeta de la enana se tiñó de un evidente color rojizo, mezcla de rubor y enfado a partes iguales. – Al menos así no te confundirán con una mujer de nuevo, Shkar. – Continuó Yaravel en tono jocoso.
- Ya te dije que pasaría. Estos humanos solo saben distinguir a las mujeres de su propia raza.
- Cualquier hombre sin una buena barba no es digno de tal nombre. – Interrumpió la enana cansada de las bromas de los elfos. – Nunca confundirás a un enano con una enana.
- Mi querida Ehvra, espero no tener que verme en la tesitura de necesitar saber el sexo de mis compañeros enanos.
La enana apretó las manos contra la herida del elfo al tiempo que invocaba las energías curativas. Shkar apartó ligeramente el costado al sentir el dolor producido por la presión.
- La herida ya esta cerrada. Ten cuidado de no mover demasiado el brazo. – Shkar asintió a los consejos de la curandera. – Y si te duele, al menos te servirá para que se te quiten las ganas de ir por ahí haciéndote pasar por una mujer.
Con un movimiento seco de la cabeza retiró sus trenzas, dejándolas caer por su espalda. Se incorporo y con la barbilla bien alta se alejo de los elfos sin dirigirles más la mirada.
Los elfos se miraron entre si encogiéndose de hombros y sin darle mayor importancia al gesto de su compañera continuaron bromeando.

- Entonces eso de que estuviste una temporada como sirvienta en la casa de un humano ¿era cierto? – Shkar asintió. – ¿Y lo de que un Silvano te enseñó a liberar tu yo-alma?. – Shkar asintió de nuevo.
- Pero no es algo para contar ahora, quizás otro día. – Yaravel bajo la mirada contrariado por la respuesta de su compañero, pero continuó hablando.
- La verdad es que has tenido mucha suerte. Al poder conocer de este modo tu espíritu has conseguido una mayor comprensión de tu ser, es como… - Shkar le interrumpió indicándole que se callara y señalando con la mano a Ceniza.
- Eso si que es suerte, amigo. – Yaravel estaba acariciando distraídamente a su fiel León Blanco. – El vínculo que tienes tú con tu León es una bendición. Juntos los dos sois más fuertes y lucháis como uno. Yo sigo siendo uno todo el tiempo, lo que pasa es que antes de conocerme realmente solo era media persona.
Yaravel asintió pensativo y respondió con una sonrisa, sincera a pesar del efecto retorcido que la cicatriz producía en cualquier expresión facial del elfo. Miró a Ceniza que dormía placidamente al calor del mediodía, acariciado por los rayos de sol y las manos de su compañero elfo y sonrió de nuevo.
- Supongo que si, soy afortunado.

lunes, 19 de enero de 2009

Leones de caza

Lo que sigue es una pequeña historia ambientada en el mundo de Warhammer e inspirada en las vivencias jugando al WAR (juego online de Warhammer).
Es una de lo que espero sean varias historias sobre mi Leon Blanco, Shkar. En este caso acompañado por otro personaje del clan, el Leon Blanco del Pater, Yaravel.


^_^
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Los dos guerreros Asur seguían las huellas de lo que parecía un pequeño grupo de infiltración Druchii.
Habían encontrado su rastro cuando vieron los restos de una patrulla de vigilancia cerca de la frontera de Ostland. Desde entonces habían estado siguiéndoles intentando averiguar que les traía a esta zona.

Por delante de ellos caminaba el compañero de Yaravel, un magnifico ejemplar de León de Cracia, Ceniza. El felino olfateaba el aire en busca de cualquier señal que pudiera desvelar una emboscada de aquellos a los que perseguían, cambiando los papeles de depredador y presa en un momento. Avanzaba lentamente, olisqueando y parándose cada pocos pasos para comprobar que la zona era segura, pero sin perder el tiempo ni dejar de seguir el rastro...

Detrás, Shkar y Yaravel avanzaban entre los árboles y el sotobosque de las tierras imperiales. Quizás en su tierra natal se hubieran desenvuelto con mayor soltura, pero en territorio de sus aliados y con un grupo de enemigos en las cercanías no podían permitirse el menor ruido.
Yaravel avanzaba el primero de los dos elfos, como siempre, sin perder de vista a su compañero de pelaje blanco y fijándose en todos los sonidos y sombras que llamaban la atención del León. Con su enorme arma en las manos, el cazador tenía todos sus sentidos puestos en la persecución.
Shkar cerraba el pequeño grupo. El elfo llevaba su melena dorada recogida en una larga coleta como hacia habitualmente cuando se preparaba para el combate. La enorme hacha a dos manos característica de los guerreros de Cracia la tenia enfundada a su espalda de forma que pudiera disponer de ambas manos mientras se desplazaba por el bosque con la gracia que caracteriza a los de su raza.

Ceniza tenia mucho cuidado de no acercarse demasiado a los Druchii, evitando ponerse nunca a la vista, de forma que solo sabían de su presencia por las huellas, los sonidos de conversaciones y pasos que a veces les llegaban, y los rastros de maleza rota y pisoteada que dejaban a su paso.
En varias ocasiones habían temido perderles cuando descubrían que el rastro les llevaba a un río y no se les oía por ningún lado. Por suerte, Shkar y Ceniza habían podido recuperar la pista en todas las ocasiones y la persecución había continuado.

En todo este tiempo ya habían podido hacerse una idea clara de quien componía el grupo al que perseguían.
Un par de juegos de huellas traicionaban la presencia de dos guardias con armadura pesada, las cuales parecían proteger en todo momento a un tercer juego, de menor profundidad. Se debía tratar de algún tipo de personaje importante, y a juzgar por los cánticos que habían escuchado a ratos, un sacerdote del dios de la sangre parecía lo más probable.
Además, una cuarta persona completaba el grupo. Alguien de andar errático y pisadas ligeras solo podía tratarse de una de las esposas del dios de la sangre. Una bruja. Algo que venia a confirmar que el líder del grupo era un sacerdote de Khaine.


La pareja de Leones tenía que interceptarles antes de que llegaran a su campamento, pero lanzarse alocadamente contra ellos a una muerte segura no les reportaría ningún bien. Ni a ellos ni a su causa. Así que se habían embarcado en aquella persecución intentando encontrar el mejor momento para realizar el ataque, el cual, y viendo como el sol comenzaba a ocultarse por el horizonte, llegaría en breve.

En el bosque la oscuridad llegaba antes, y en cuanto el sol comenzó a descender las sombras se apoderaron de la arboleda.
Ceniza se detuvo cerca de un árbol, agazapándose entre el tronco del árbol y un arbusto cercano. Acechando. Los dos elfos comprendieron rápidamente que algo había cambiado, y probablemente su presa se hubiera detenido.
Yaravel se acerco a su compañero felino lentamente, agachándose junto a él para intentar ver que es lo que había encontrado este.
- Desde aquí no se ve nada, Shkar – dijo intentando no levantar demasiado la voz mientras negaba con la cabeza.
El otro Asur asintió y miro alrededor buscando un árbol más grande que los demás. Escogió uno ligeramente separado de los demás que nacía cerca de una rocosa ladera pelada.
Yaravel observó como Shkar se acercaba despacio, observando el mejor modo de encaramarse al árbol, cambiando su forma de andar a algo que parecía mucho más felino. El aura blanquecina que solía rodearle en estos casos se hizo visible, y cuando se inclino para tomar impulso pudo incluso ver como su compañero tenia una cola de gato formada por ese mismo aura.
Shkar saltó al árbol, mucho más alto de lo que saltaría cualquier Asur, y trepó hasta la primera rama agarrándose con sus dedos igual que si fueran garras.
Una vez subido ahí se movió a cuatro patas por las ramas, buscando un buen punto para otear el horizonte. Si Yaravel hubiera podido verle de cerca se habría dado cuenta de como sus pupilas se habían alargado verticalmente, adaptándose a la escasez de luz, y permitiéndole ver mucho mas lejos.

Shkar bajo por las ramas y saltó hasta el suelo sin hacer ningún ruido. Cuando se acercó a Yaravel andaba de nuevo erguido y el brillo blanco había desaparecido.
- Están preparando un campamento un poco mas adelante – comentó en voz baja tras agacharse cerca de su compañero y su león. – Se preparan para pasar la noche.
- Dejemos que descansen entonces – Comentó Yaravel con una sonrisa siniestra debido a la enorme cicatriz que le cruzaba la cara – En algún momento se despistaran y nosotros estaremos ahí.
Shkar sabia que su compañero deseaba lanzarse ya mismo al combate, le conocía demasiado bien y sabia lo impulsivo que era, pero incluso él se había percatado de que seria un suicidio lanzarse a combatir de frente. Asintió a Yaravel y con una sonrisa le puso una mano en el hombro en señal de complicidad. El cazador respondió al gesto con una sonrisa sincera, sabiendo que Shkar conocía sus métodos y reconocía que había tomado la decisión correcta.

Varias horas mas tarde los Leones se acercaron al campamento Druchii. Los tres iban agazapados, casi arrastrándose.
Los elfos oscuros no habían encendido ningún fuego que les pudiera delatar, habían sido precavidos. En lugar de ello habían improvisado un campamento alrededor de un obsceno cáliz de sangre.
Uno de los guardias permanecía despierto mientras su compañero descansaba. La sacerdotisa de Khaine, resultó ser una mujer, también dormía placidamente, mientras en el otro lado del campamento, una elfa bruja deambulaba nerviosa de un lado para otro. Sin duda alguna los rituales que practicaba y las sustancias que tomaba le mantenían despierta.
Los jóvenes Asur esperaron. No era el momento.


Finalmente el guardia, con síntomas evidentes de cansancio, se acercó a su compañero con la clara intención de despertarle y que le relevara. Yaravel hizo una señal con la mano y los tres comenzaron a acercarse.
Escucharon algunas palabras en Druchii, seguidas de un par de golpecitos con el mango de la lanza. La respuesta fue un gruñido de queja.
Yaravel se incorporó y señaló a la bruja elfa. Ceniza salio disparado, no necesitaba mas indicaciones. Miro hacia atrás, a donde estaba Shkar y contempló como el aura brillante rodeaba de nuevo a su compañero como tantas otras veces antes del combate. Se encontraba arrodillado, como preparado para salir corriendo. Pero no fue él quien salió corriendo, si no un reluciente león blanco que surgió del elfo detrás de Ceniza.
Shkar desenfundó su hacha y avanzó hasta donde le esperaba Yaravel, asintió a su compañero y ambos entraron en el campamento Druchii. El aura había desaparecido.

En el campamento la elfa, distraída por un momento con el cambio de guardias, sufrió primero el ataque de dos leones que le derribaron, y después de sus compañeros humanos, que la golpearon sin piedad en el suelo. Las drogas no la mantuvieron consciente en esta ocasión.
Los guardias, mas atentos al relevo que a la vigilancia, recibieron primero la carga de los leones y después comenzaron a darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Ceniza se abalanzó sobre el guardia con armadura, mientras que el león de Shkar eliminaba al que se estaba desperezando antes de que su cerebro descubriera que estaban siendo atacados.
Cuando Yaravel y Shkar llegaron al combate el guardia se había quitado a Ceniza con su escudo, había recuperado su lanza, y retrocedía hacia la sacerdotisa mientras la avisaba del peligro a gritos.
Los Asur comenzaron a andar en círculos cercanos al guardia y su protegida, mientras Ceniza lanzaba algún zarpazo y el león de Shkar acorralaba a la discípula de Khaine.

El ataque por sorpresa les había permitido igualar los números, de hecho, gracias a sus leones, ahora tenían superioridad numérica, pero el guardia superviviente ya estaba volcado en el combate, y su compañera podría curar las heridas que lograran superar su gruesa armadura.
Al unísono se abalanzaron sobre el elfo oscuro desde todas las direcciones con un feroz grito de guerra. Una lluvia de hachas y garras comenzó a caer sobre el guardia que intentaba parar todos los ataques con su enorme escudo, al tiempo que les aguijoneaba en cuanto tenía la oportunidad.
Dos elfos y un león deberían tener una ventaja sobre un único elfo oscuro, pero la armadura de este y la ayuda de Khaine que atraía para su compañero la sacerdotisa, parecían igualar el combate.
Muchos golpes caían contra el escudo, mientras que los que llegaban a rebasar la defensa del Druchii acorralado apenas hacían daño. Heridas que desaparecían inmediatamente gracias a la magia de sangre de la sacerdotisa. Esta, ni siquiera había tenido tiempo de recoger sus armas, al ver que los Asur se centraban en su compañero había recuperado su cáliz y entonaba cánticos en honor de su dios impío, fortaleciendo y renovando las energías del soldado. El león de Shkar solo era una molestia menor, que debía ignorar para poder mantener a su compañero con vida.

Shkar y Yaravel no podrían mantener ese ritmo mucho tiempo. Sus enemigos permanecían igual que al comienzo del combate mientras que ellos, poco a poco, iban agotándose. Las heridas producidas por el guardia no serian mortales, pero con el tiempo terminarían dándole la victoria.
Pese a todo, renovaron el ataque e incluso Shkar ordenó a su león que abandonara a la sacerdotisa y les ayudara con el soldado acorazado. Este, ante el nuevo embate de sus enemigos, retrocedió abrumado centrando todos sus sentidos en la defensa, escudo en alto.
La sacerdotisa comenzó en un cántico frenético, intentando desesperadamente mantener con vida a su compañero y protector. Solo interrumpió el cántico un momento para recuperar una de sus espadas rituales del suelo, y ese fue el momento que aprovecharon los Asur.
La sangre del cáliz se había agotado y Khaine solo respondía a las plegarias que venían acompañadas de esa energía vital, así pues, la sacerdotisa tendría que sacrificar parte de su esencia.
Los elfos se habían movido de forma que ambos Druchii estaban ahora separados, y ellos en medio, de espaldas a la elfa oscura. Con un rápido giro los cuatro cambiaron de objetivo y atacaron al unísono a la discípula del dios de la sangre.
Yaravel la golpeó en las piernas, una herida profunda que evitaría que huyera. Los leones atacaron por lados opuestos, de forma que no podía tener a los dos en su campo de visión al mismo tiempo. Por ultimo, Shkar levantó el enorme hacha de forma ostentosa y golpeo sonoramente el suelo con el pomo de la misma, la sacerdotisa no pudo evitar mirar hacia el suelo un instante. Rápidamente, Shkar elevó el pomo embutido de metal y golpeo el mentón de la elfa oscura. La protuberancia en forma de garra rasgo la carne del rostro y la sacerdotisa trastabillo, dolorida y cegada por la sangre.
Un último intento desesperado la llevo a usar esa herida como sacrificio a su dios, pero Ceniza había atrapado el brazo del cáliz, sus dientes desgarraban la carne de la mano. Intentó levantar la daga ritual para clavársela en los ojos al maldito león que la estaba impidiendo realizar su magia, pero unas fauces se cerraron en torno al hombro derecho mientras las garras arañaban su espalda. Con un grito de dolor arqueo la espalda, vencida por el peso del león que se había arrojado sobre ella. Su pecho recibió de lleno el impacto del hacha de Yaravel. Lo siguiente que pudo contemplar la sacerdotisa fue el trono de huesos de Khaine.

Los Asur se volvieron de nuevo hacia el soldado que no había tenido tiempo de reaccionar para defender a su compañera.
Shkar se encaró a él balanceando su hacha ensangrentada en las manos. A su lado los leones se acercaban lentamente desde el cuerpo despedazado de la sacerdotisa. Detrás, Yaravel tiraba con las dos manos de su hacha todavía hundida en el pecho de la elfa oscura mientras con un pie presionaba el cuerpo inerte contra el suelo.
La situación estaba evidentemente perdida, pero el odio ancestral entre Druchii y Asur impedía que el soldado rindiera sus armas. Con un grito se lanzo al ataque. Los elfos tampoco habrían aceptado una rendición.




Yaravel acariciaba distraídamente a Ceniza mientras daba vueltas a un improvisado guiso. El León, recostado al lado de su amo, ronroneaba como un gato pequeño traicionando su tamaño.
Shkar entró en el pequeño campamento improvisado. Los ojos de gato le permitían ver en la oscuridad y le habían facilitado el trabajo de guardia, Yaravel se dio cuenta de esto cuando su compañero se sentó frente a él.
- No parece que vayamos a tener compañía esta noche. Además estamos muy cerca de los campamentos imperiales.
- Claro que no, aunque esto solo era una avanzadilla de exploración. – Corroboró Yaravel – Al no regresar se darán cuenta de que algo ha ido mal y se lo pensaran antes de volver. Saben que estamos sobre aviso.
Shkar asintió y se sirvió un poco de la hidromiel que habían calentado para acompañar el guiso.
- Algún día tendrás que contarme a donde va tu amiguito cuando no esta contigo. – Comento Yaravel señalando un hueco vacío al lado de Shkar.
- ¿Mi yo-alma?
- Lo que sea.
- No va a ningún lado. – Respondió afable – Es una parte de mi que aprendí a separar para ayudarme en determinados momentos.
- Aha… claro – Yaravel no parecía muy convencido – Pues algún día me tendrás que contar esa historia al completo.
- Bah, es un tostón muy aburrido sobre un viaje por el Imperio con mis padres, una temporada haciéndome pasar por mujer en una mansión humana, y una visita a las tierras de los Silvanos donde aprendí a comunicarme con mi verdadero yo.
Yaravel miro a su compañero sorprendido y estalló en carcajadas.
- Ey, es la verdad – Replicó Shkar evidentemente ofendido ante la incredulidad de su compañero.
- ¿Te hiciste pasar por mujer?, y luego ¿un Silvano te enseño a invocar Leones espirituales? – Shkar asintió de nuevo intentando parecer convincente, pero su compañero no pudo reprimir un nuevo estallido de risas. – ¡Venga ya!
- Nah, es broma – Y los dos elfos continuaron su guiso entre risas.